jueves, 24 de noviembre de 2016

Maneras de Aprender

Hace ya unos años que vengo dando los pasos para convertirme en profe de ELE. Antes de enfrentarme a mi primer grupo de extranjeros había estudiado muchísimo y sin embargo tuve la sensación de estar totalmente en blanco, como la pizarra que tenía detrás. Buscaba en mi cabeza los recursos que había leído, memorizado y de los que incluso había llevado a cabo algún pequeño ejercicio práctico por escrito. Llegar a esos conocimientos fue como recorrer la selva virgen sin un machete para abrirme paso entre la naturaleza salvaje.
Me recordó mucho a la primera vez que estuve en Inglaterra, después de más de seis años estudiando inglés y siendo una de las alumnas más aventajadas de mi curso, sin embargo ¡no era capaz de comunicarme! A pesar de ser la clase de ELE el caso contrario, pues esta vez yo era la profesora, sentí la misma frustración que cuando era estudiante de inglés. Aquello era nuevo para mí y no podía dejar de repetirme que NO DEBERÍA SERLO. ¿No debería?
Realmente, tal y como sucedieron los hechos era como debían suceder. En el caso de comunicarme con los ingleses: no sólo nunca antes había interactuado con nativos, sino que las interacciones y la producción de la lengua eran actividades prácticamente ausentes en las clases de inglés de aquella época. A mí no se me olvidaba ni una "s" de la tercera persona del singular del presente de indicativo y ¿de qué me servía eso en la vida real?
Igualmente había estudiado los distintos tipos de metodologías, las destrezas lingüísticas, la lengua española, la evaluación e incluso didáctica aplicada y allí estaba yo el primer día de clase que parecía que no sabía hacer la "O" con un canuto.
¡Cuánto más eficaces habrían sido mis horas de estudio si hubiera conocido la Pirámida de Glasser! ¡Y cuánto habría mejorado mi inglés si mis profesores la hubieran conocido también!
Según la pirámide de Glasser, los profesores somos tremendamente afortunados pues es al enseñar a otros cuando fijamos un porcentaje mayor de la totalidad del conocimiento. Pero esta pirámide también es muy útil a la hora de elegir las actividades para nuestros alumnos dando preferencia a las funciones lingüísticas (lo que hacemos) como mejor herramienta para aprender la lengua. Esta es una conclusión a la que ya llegó el Enfoque Comunicativo, pues toda acción significativa para el alumno será más fácil de retener que una que no tenga utilidad. Por ejemplo, hablar con un amigo sobre cine frente a escribir un resumen de tu película favorita. La siguiente activdad más rentable en cuánto a aprendizaje es la discusión. De este modo, proponer actividades grupales en las que tengan que ponerse de acuerdo para alcanzar un objetivo será mucho más rentable que mandarles leer un texto. No quiere esto decir que haya que excluir la comprensión lectora y auditiva, las explicaciones gramaticales o la producción escrita. Pero sí, que hay que integrarlas de tal forma que no sean el "plato fuerte" de la sesión para dejar paso a actividades más prácticas y significativas en las que usen la lengua para comunicarse con fines concretos.

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